Pedagogía y Comunicación
Pedagogía y Comunicación

Conductas

 

Esta clasificación que hacemos de las conductas es, como la mayor parte de las clasificaciones, arbitraria. Pero es necesaria y funcional para el trabajo en el cual va a ser utilizada. En la realidad las conductas se mezclan, no están tan nítidamente definidas, con frecuencia no son contradictorias aunque aparezcan juntas y, a veces, aparecen enmascaradas.

En general, definimos, para nuestros objetivos, las conductas como las relaciones, y los modos de las mismas, que establecen las personas entre o entre ellas y los objetos. Es decir, formas de interacción social que reflejan objetivos, propuestas y pautas culturales. La conformidad del individuo con las conductas vigentes indica un buen grado de integración; por el contrario, conductas diferentes a las habituales son interpretadas como disconformidad, rebeldía o alienación.

Las conductas, como las culturas, también evolucionan, ya que se conforman con dos componentes: la herencia y los aportes.

Las conductas, como las culturas y las pautas estéticas, presentan diferencias singulares y, con frecuencia, notables. Varían con el país, la región, la religión, la filosofía, el carácter urbano o rural, la clase social y, como ya se dijo antes, varían con el tiempo. Las que otrora fueron conductas escandalosas, hoy parecen habituales. Conductas normales en otras épocas aparecen hoy como aventuradas o anacrónicas.

 

 

Conductas Sociales:

 

Modos de interacción con otros seres sociales, en forma interpersonal o con la mediación de determinados instrumentos, como expresión de la convivencia social.

Pueden manifestarse verbalmente, como en la relación de o usted entre conocidos y desconocidos, entre niños, adolescentes y jóvenes con adultos o ancianos; o la relación entre subordinados y autoridades.  Y en este caso no es sólo el vocabulario lo que cambia sino también, y en forma mucho más profunda, el conjunto de los llamados rasgos suprasegmentales. Ha llegado a elevados niveles de ritual en el caso de las autoridades de gobierno, justicia y en el caso de las fórmulas religiosas.   Quizá el caso extremo se encuentre en las conductas de los grupos militares, en las que el nivel jerárquico, impositivo y autoritario, impone procedimientos, vestimentas y gestualidades hace largo tiempo disfuncionales. Los ritos de cambio de guardia han alcanzado en varios países el carácter de espectáculo de ficción. En los últimos años se han producido algunos cambios, pero el problema fundamental reside en el hecho de que las conductas militares ritualizadas son, con frecuencia, desconocidas para la población civil y, con desgraciada frecuencia impuestas a la misma. De ahí el dicho "es más fácil militarizar a un civil que civilizar a un militar" como expresión de conductas ajenas entre e imperativas para uno de los grupos.

Cuando las conductas se expresan prioritariamente en términos verbales, los códigos utilizados pueden ser denotativos (monosémicos) o connotativos (polisémicos), dejando a veces un amplio grado de libertad a la interpretación de códigos similares. Ello, si bien suele producir equívocos en las relaciones, les proporciona un grado de flexibilidad que tiende a tornarlas más fluidas.

                        El proceso de "aggiornamento" (actualización) planteado por el papa Juan XXIII en la década del 60 fue el resultado de un análisis que consideró que parte de los rituales, conductas sociales de carácter religioso y litúrgico, eran disfuncionales para los fines más profundos de la religión. Se cambió el latín por la lengua vernácula, entre otros cambios de conducta que tornaron las ceremonias más inteligibles para los fieles.

Las conductas pueden manifestarse gestualmente.  El saludo que se intercambia en un encuentro, que va desde la simple inclinación de cabeza, hasta el abrazo; diferentes formas, el estrecharse las manos, la reverencia y el o los besos y que varían, entre otras razones, con el grado de conocimiento previo de quienes se encuentran o sus diferencias de edad, país o cultura, o estatus social, son manifestaciones de la conducta gestual.

Las relaciones espaciales que establecen entre las personas reunidas, tiene que ver con los niveles de proximidad permitidos para cada tipo de relación. Las actitudes (como expresión de las posiciones corporales) entre diversas personas expresan desde intentos de mayor proximidad hasta distanciamiento por incompatibilidad o desconocimiento.

El tradicional respeto por los ancianos, mujeres (sobre todo en condiciones de embarazo), mujeres con niños, y minusválidos físicos de algún tipo, configura conductas que están desapareciendo en la mayor parte de las grandes metrópolis. La reducción del respeto por el otro se observa asimismo en la calle, donde es frecuente que un apresurado corpulento lleve al suelo a alguien de menos peso y apresuramiento.

Integramos a lo gestual, el tipo de vestimenta que, en la actualidad, está condicionada por la moda (obsolescencia planificada de la ropa) de tal forma que llega a veces a imponerse a las condiciones climatológicas que estuvieron en el origen del vestido.

De nuevo aquí, desde la sábana en que se envolvían nuestros abuelos para darse un baño de mar, hasta la tanga que disfrutan nuestros jóvenes, se ha dado un cambio brusco en este tipo de manifestación de las conductas sociales.

El pudor, como manifestación de conducta social, también vinculado a la cultura, se reserva para ciertas funciones o partes del cuerpo. Así como una mujer polinesia del siglo pasado se negaba a cubrirse los senos para no parecer una prostituta, hoy vuelven a mostrarse en nuestras playas como indicador de liberación femenina. Pareciera que el pudor reserva para la intimidad aquellas funciones fisiológicas que mantienen, mientras se realizan, a las personas en un elevado nivel de indefensión.  Pero existen otras culturas en las que la relación sexual puede ser pública, en tanto que alimentarse tiene carácter estrictamente privado.

Un caso particular, tanto para las conductas sociales de expresión verbal como gestual, es el del cortejo. Desde la franca declaración de la mujer serrana "sí me queris, voltiame", hasta las referencias a la poesía, de producción propia o ajena, existe una amplia gama de expresiones verbales de cortejo. No vamos a referirnos a las expresiones gestuales que van desde la distante mirada de "carnero degollado" hasta otras mucho más interactivas. Desde la actitud del "macho posesor" hasta la de la "virgen púdica" encontramos, también, toda una gama de gestualidades, que asimismo, cambian incesantemente.

Cuando aparece una intermediación instrumental, vemos un cierto nivel de modificación en las conductas sociales.  A bordo de un automóvil, en una ciudad, el cerebro reptiliano protegido esta vez por una caparazón metálica y no ósea o quitinosa, suele primar en la generación de las conductas. Y la dama que cuida el lenguaje de sus niños, puede utilizar expresiones denominadas de carretero, para interpelar a quién trató de adelantarla indebidamente. La violencia habitual de un automovilista sólo se ve atemperada  cuando entabla contacto visual con el potencial rival de la ruta: en ese momento se recuperan conductas sociales que denominamos "civilizadas" (es decir, de la ciudad, "civitas") al parecer en contraposición con las conductas rurales. De hecho, en la actualidad, las últimas son mucho más civilizadas y convivenciales, que las primeras.

Los lenguajes, a veces ya abandonados, del abanico, el pañuelo, los anillos y el aún vigente en parte de América Latina del mate, constituyen un campo específico de conductas sociales, más gestuales que verbales.   Aunque ya se ha visto a más de un extranjero quedarse sin mate por agradecer el primer servicio, ignorante de que dar las gracias significa renunciar a seguir en la ronda.

Un cierto nivel de análisis de éstas y otras conductas es funcional para la producción de sentido en los mensajes audiovisuales destinados a procesos de enseñanza-aprendizaje.

 

Conductas Productivas:

 

Modos de interacción de los sujetos con instrumentos u objetos y con otros sujetos, con fines relacionados con la producción o intercambio de bienes o productos.

En el caso de las conductas de intercambio (mercadeo) la relación entre el vendedor y el potencial comprador, están marcadas por niveles de dependencia (el cliente siempre tiene la razón). En el caso de los funcionarios del estado, el servidor público puede ser definido como "el que se sirve del público". La evolución de estos procesos permite observar hoy conductas antagónicas con el planteo inicial.    Han aparecido niveles de arrogancia o menosprecio en diversos sectores. El comprador de un billete en una línea aérea pasa casi automáticamente a la categoría de "estorbo" una vez que lo ha pagado. El usuario de un servicio bancario, al cual se le atrajo mediante promesas de bienaventuranza ilimitada, se pone al servicio de los diseños de atención del banco que, en su tendencia a reducir los costos de operación, minimiza la atención del que debiera servir.  Esto se traduce directamente en el trato que prestan, gestual y verbalmente, a los utilizadores del servicio. Desde luego, las colas que debemos soportar en multitud de actividades no son más que el costo del personal no contratado por quién presta el servicio.

En el caso de la interacción con instrumentos, la relación suele estar determinada por el instrumento que se utiliza, en función de la mayor eficiencia en su operación. Cada vez más aparece un diseño instrumental ergonómico, destinado a incrementar dicha eficiencia con una reducción de la fatiga, pero aún no es el más frecuente. Cuando las conductas productivas son verbales se encuentra polisemia en alto grado en las de intercambio, y un elevado nivel de monosemia en aquellas que significan relación con instrumentos. Creemos que es fácil deducir el por qué de estas diferencias.

El otro elemento que interviene en las conductas productivas es el  de protección o seguridad con respecto a los daños o lesiones que puede producir un uso incorrecto o descuidado del instrumento.

El actual diseño de los teclados, tanto de máquinas de escribir al borde de la extinción como de las computadoras, tienen su origen en la necesidad de reducir la velocidad de tipeo, ya que las primeras dactilógrafas eran tan veloces que unas teclas martilleaban a otras antes de que dejaran el papel. De ahí un diseño aberrante. Pero cuando los informáticos plantearon un nuevo modelo, llamado Dvorak, no fue posible convencer a los fabricantes de introducir un cambio que aceleraba la velocidad de tipeo. En general, todos aquellos que están familiarizados con la informática, escriben en los teclados con dos dedos y a una velocidad bastante distante de aquella a la cual procesan las computadoras lo que escriben.

Según R. Nader, abogado de los consumidores y una vez candidato a la presidencia de los Estados Unidos, un buen comprador de automóvil en los Estados Unidos, debe elegir el que se monta en la fábrica los días miércoles o jueves. Las conductas productivas al inicio de la semana y al término de la misma, hacen salir de la línea de producción, autos con mayor nivel de descuido e imperfecciones.

Las conductas productivas, debido a la relación física y actitudinal del sujeto con los instrumentos, son difícilmente perceptibles en forma clara para un observador externo.

Las conductas productivas son, con frecuencia, reiterativas y cíclicas, sobre todo en la interacción con instrumentos.  Los ciclos suelen ser más breves en las actividades industriales y urbanas que en las actividades productivas rurales.  Por lo tanto los ritmos serán acelerados en las primeras y lentos en las segundas. Es por ello que los urgentes ciudadanos, que dejan de ver el mundo por el cual circulan a alta velocidad, reprochan a los rurales su tendencia a tomar las cosas con tranquilidad y les piden que pierdan esa base de convivencia social que es la conversación acerca de bueyes perdidos.

Así como las conductas sociales tienden a normar y, a veces, a facilitar la convivencia, el objetivo de las conductas productivas es la obtención de resultados concretos, productos o intercambio de ellos.

 

 

Conductas de Ficción:

 

Son un tipo de conductas propio de las artes escénicas, teatro, danza, ópera, y de las artes audiovisuales, cine, televisión y video.  A veces las primeras son registradas, para conservarlas, utilizando los soportes fotoquímicos o electromagnéticos propios de las segundas.

Las conductas de ficción oscilan entre la reproducción realista de otras conductas y la creación de formas propias que poco tienen que ver con la realidad. Este es el caso más frecuente, ya que como artes tienden más a una creación que a la recreación. Estas conductas, aunque puedan recordar o tener como origen a otras conductas, pero tienden a separarse de ellas en función de la capacidad creativa del artista. Son conductas creadas "ad-hoc" para las necesidades expresivas y estéticas.

En general, difieren notablemente de las conductas sociales y productivas, aunque a veces pueden aproximarse a las conductas lúdicas.

Si bien es posible encontrar en las conductas de ficción casos de aproximación a las conductas reales, en general se diferencian mucho de ellas, ya que sus objetivos son diferentes.

Las conductas de ficción tienden, básicamente, a generar emociones y, en lo posible, a generar las emociones predeterminadas por el creador o artista.  Podríamos, entonces, calificarlas de manipulatorias, salvo por el hecho fundamental de que entendemos que una manifestación artística enriquece al observador de la misma. En este tipo de conductas, tanto los códigos verbales como los gestuales presentan un elevado nivel de polisemia, cuyos niveles extremos pueden encontrarse o bien en la ópera, o bien en la danza contemporánea.  Ello es necesario para que cada espectador pueda interpretar los signos recibidos en función de su marco de referencia previo. Estos marcos varían con el grupo social, la cultura, la edad y hasta con los estados de ánimo particulares del momento.

El hecho de que hablamos de creación artística no puede inducirnos al error de que lo que vemos en cine y en televisión, y las conductas que observamos, sean siempre artísticas. Muy por el contrario.  El carácter de industria de ambas manifestaciones hace que en general primen consideraciones financieras sobre criterios artísticos en sus expresiones y, por lo tanto, en las conductas que en ellas se manifiestan. La amplitud y masividad de estos dos medios ha generado la aparición de un fenómeno particular, aún poco estudiado. Consiste en la adopción de las conductas de ficción observadas en los  mensajes audiovisuales y su implantación como conductas sociales.   En la actualidad, en ciertos países, es difícil saber si los programas imitan la realidad o si las conductas reales derivan de la imitación de las de algunos programas.

Al menos en la conducta social vinculada a la vestimenta y a ciertos hábitos de consumo, ya no hay duda de la influencia de la ficción sobre la realidad. Hasta ahora la mayor parte de los análisis de esta transposición conductual se han limitado a casos extremos: los niños que asesinan a otro como imitación del último programa de televisión que han visto. Un análisis más amplio, quizá permita constatar otras imitaciones no tan nocivas, que quizá se encuentren en el uso de artículos de higiene personal, la aparición de una lingua franca en países con niveles de regionalización muy altos, o temas similares.

Pero es claro que algunas de estas conductas deben reservarse para los entornos adecuados. Es frecuente observar que se critica a una persona diciendo que es teatrera, lo que indica que sus conductas sociales se aproximan a las de ficción y, por ello, pierden verosimilitud.

 

Conductas Lúdicas:

 

Si bien pueden ser consideradas dentro de las conductas sociales, las hemos separado porque presentan algunas características específicas que merecen una consideración particular. Son también modos de interacción entre sujetos y de sujetos con objetos.   Implantadas inicialmente en los niños, como juegos, se prolongan a adolescentes, adultos y ancianos como deportes.

En los niños las conductas lúdicas suelen constituir una reafirmación de valores culturales implícitos.  Parte de los valores del machismo se inicia con los juguetes: los niños juegan con armas o piezas para montar, y las niñas con muñecas.

En tiempos no muy lejanos, y aún hoy en las áreas rurales, la mayor parte de los juguetes eran de autoconstrucción y la mayor parte de los juegos de socialización. En la actualidad, juegos y juguetes suelen ser mucho más individuales, salvo en el área de los deportes.

Las conductas lúdicas son, a veces, miméticas de las conductas sociales. Pero sus objetivos explícitos son diferentes de las de aquellas.La conducta lúdica tiende a generar sensaciones placenteras, y en eso se aproximan a las conductas de ficción. Es más, parte de los juegos infantiles, tienen un gran componente de ficción destinado a generar placer.

En los primeros años del niño gran parte del aprendizaje tiene carácter lúdico, del mismo modo que gran parte del mundo tiene carácter mágico. El niño realiza sus primeros acercamientos al conocimiento de la realidad de dos formas: a través del juego y la visión mágica de la realidad, o a través de la producción y la visión realista de la realidad. Generalmente hacemos reclamos sobre la explotación del trabajo infantil. Y ese reclamo es lógico para cualquiera que tenga información sobre lo que sucedía en las minas de carbon en Inglaterra, en los albores de la revolución industrial, o lo que sucede actualmente en numerosos países de Asia donde se producen esas marcas de fama que no podemos dejar de comprar. Pero lo cierto es que en el mundo rural la educación del niño se inicia a través de procesos productivos. Sean familiares, como el cuidado de sus hermanos menores, como los de ayuda a la crianza y pastoreo de los animales de la familia.

Las conductas lúdicas suelen coadyuvar a procesos educativos sociales, pero no necesariamente a procesos de enseñanza-aprendizaje, ya que el objetivo mismo del juego es la satisfacción derivada o de un triunfo en la práctica del mismo o de una acción generada para provocar estados de ánimo o sensaciones de placidez.

Dados estos objetivos, es claro que los códigos utilizados no solamente son polisémicos, sino que su grado de connotación alcanza a contener elementos mágicos, difícilmente utilizables, en nuestra cultura actual, para compartir conocimiento científico-técnico, tal como se encuentra en la actualidad definido por la tradición racionalista y cartesiana en esta área.  Es posible que en otras culturas, entre ellas aquellas que hoy denominamos primitivas, las conductas lúdicas cumplan otras funciones. Ya no sólo la reproducción de valores culturales, sino también de los que nosotros hemos aislado con el rótulo exclusivo de "ciencia".

En el caso de los deportes, que en su origen histórico tenían mucho de entrenamiento para la defensa o el ataque, creemos que en la actualidad cumplen otra función. La subestimación del trabajo físico, manifestada en nuestra cultura judeo-cristiana por la maldición bíblica "ganarás el pan con el sudor de tu frente", ha conducido, sobre todo en los grupos de alto nivel socioeconómico, a reemplazar los procesos de estimulación y control psicomotríz básicos para el organismo (mens sana in corpore sano) y su desempeño, que eran cubiertos por las tareas físicas, por otros sistemas denominados deportes. Y en las conductas deportivas, lúdicas en principio, aunque ya manifiestan un elevado contenido de carácter comercial, se encuentran pautas que van de lo risueño a lo absurdo. En un deporte se fijan límites de tiempo y en esos límites se cuentan ciertos aconteceres (fútbol). En otros se acumulan aconteceres (tantos), sin límites de tiempo. En otros gana el que hace más; y en otros el que logra menos. Esta diversidad, desde luego, es enriquecedora, pero es parte de los hechos que nos permiten dudar del uso de las conductas lúdicas para los procesos de enseñanza-aprendizaje explícitos.

Por último, vale la pena comentar que algunos deportes de implantación masiva, han sido realmente expropiados a los que los practican a través del uso de los medios masivos. Hoy en las ciudades, se han restringido severamente las posibilidades de jugar al fútbol, y el placer de este deporte se logra sentado, inmóvil, frente a la pantalla.  La excepción la constituyen los grupos que si van al estadio dispuestos a poner en acción toda cuanta conducta antisocial se encuentra a su alcance, en franca contraposición con grupos mayoritarios que pretenden disfrutar vicariamente del fútbol.

 

Conductas Pedagógicas:

 

Modos de interacción entre sujetos, a veces mediante el uso de objetos, destinadas a un fin definido y acotado: enseñanza y aprendizaje. Son conductas para compartir información, habilidades intelectuales y destrezas psicomotrices (esto último es básico en el caso de la capacitación).

No son conductas sociales, aunque practicadas por seres humanos; no son conductas productivas, aunque participan de un objetivo tan concreto como aquellas; no son conductas de ficción, ya que el conocimiento no es un conjunto de sensaciones y afectos (si bien lograr el conocimiento y su empleo para modificar la realidad pueden ser una fuente de sensaciones placenteras y estéticas), sino conciencia cognoscitiva; no son conductas lúdicas, aunque ciertos procesos de investigación las recuerden.  Las conductas pedagógicas son explícitas y autodenunciadas, tendientes a tornar inteligibles para otros los conocimientos que unos poseen; que facilitan la percepción, la inteligibilidad y, por lo tanto, el aprendizaje; que estimulan la curiosidad, la duda, la necesidad de prueba y constatación; la corroboración o refutación mediante prácticas intelectuales o psicomotrices, de las informaciones recibidas o sugeridas. Las conductas pedagógicas verbales, como sistema de comunicación, son aquellas que relacionan al que enseña con el que aprende mediante un modelo teórico de comunicación  Interlocutor-Medio-Interlocutor   (I M I), para compartir y no para imponer.

Es claro, en este caso, que los códigos deben ser monosémicos, denotativos, que no permitan inducir a errores por la diversificación de las interpretaciones o decodificaciones. Pero no sólo deben los códigos ser monosémicos, sino que deben encontrarse socializados en la mayor medida posible. Sin esta socialización volveremos a encontrar una diversidad de interpretaciones que frenarán el proceso de compartir el conocimiento con aquellos que no lo poseen.

Y las conductas pedagógicas gestuales, sobre todo cuando se utilizan instrumentos, se diferencian de las productivas en la necesidad de explicitar y denunciar el  origen y consecuencias de las mismas conductas, más que a la necesidad de obtener productos. Son, quizá, las conductas más difíciles de poner en práctica, ya que en ellas no puede existir la arbitrariedad del creador artístico, ni la simple búsqueda de sensaciones placenteras (que, por otra parte, muchos encuentran más fácilmente en ciertas sustancias psicotrópicas). Son conductas que deben establecerse en función de los interlocutores y su cultura,  con el objetivo de compartir con ellos conocimientos. Estas son las conductas que utilizaremos en la práctica de la Pedagogía Masiva Audiovisual.

Cada vez que participo en algún evento y me piden mi presentación en “Power Point”, tengo que explicar mis resistencias al uso del mismo.En primer lugar, la mayor parte de las presentaciones consideran al participante como analfabeto, ya que el expositor se limita a leer lo que se ve.Otras veces la cantidad de signos puestos en la pantalla es tan grande que la legibilidad su pasa de la cuarta fila de oyentes. Además, con frecuencia, ofrecen signos obscuros sobre fondos claros, de tal forma que el estímulo no tiene información y la información carece de estímulo.

Pero, por último y más importante, quiero que la luz esté encendida, para poder ver los rostros y medir sus niveles de atención o aburrimiento, quiero ver cuando aparecen expresiones de “vaca que mira pasar el tren” para poder modificar mi discurso y hacerlo más inteligible. Y quiero que midan a través de mi gestualidad si sé de qué estoy hablando y si quiero compartirlo con ellos, o si solamente estoy cumpliendo con el mandato de hablar de algo que supuestamente conozco y manejo.

 

J. Manuel Calvelo Rios

Mayo 2008